Tímido humillado
Juan tenia 21 años, ere un estudiante universitario tímido, reservado. Últimamente estaba algo distraído, ya que se había mudado a vivir enfrente de su piso una vecina nueva. Una mujer madura, de unos 50 años, elegante, atractiva, y muy simpática. Apenas había hablado con ella 2 o 3 minutos el día que se llamó a la puerta de su casa para presentarse:
– Hola, soy Clara, tu nueva vecina. Que tal?
– Hola, me llamo Juan, encantando – consiguió decir atrapado por los encantos de Clara.
– Vives solo? – dijo Clara
– No, vivo con mis padres. Ellos ahora no están, están pasando 1 mes en la casa de la playa.
– Bueno Juan, fue un placer. Si necesitas algo ya sabes donde me tienes.
– Igualmente Clara – balbuceó Juan.
Así quedó la cosa en su primer encuentro, pero esos 3 minutos fueron suficientes para que Juan quedara fascinado por la belleza y elegancia de Clara.
A partir de ese momento, Juan no podía dejar de estar pendiente de la puerta de su nueva vecina. Siempre salía corriendo a mirar por la mirilla de la puerta. Le fascinaba ver a Clara, siempre tan elegante, con sus tacones, sus falditas y sus bonitas piernas.
Clara empezó a percatarse de la situación, y a los 2 días, cuando Juan salía de casa, Clara abrió la puerta. Juan se quedó atónito, llevaba unas medias negras, con unas zapatillas con ponpon y un batín que apenas llegaba a cubrir los ligueros.
– Hola Juan, q tal? Te importaría subirme un par de cosillas del supermercado de abajo?, quisiera bajar yo pero estoy sin tiempo cariño.
– Hooola señorita, digo Clara, si ahora mismo le subo – consiguió decir Juan a duras penas
Clara le dio una larga lista de cosas y le dijo:
– Cariño, me puedes adelantar el dinero y luego te lo devuelvo. Podrías hacer eso x mi?
– ehhh si claro, sin problema
Juan bajó apresuradamente al supermercado, cogió una cesta y fue buscando todo lo que Clara le había anotado en la lista. Apenas conseguía quitarse de su cabeza la imagen de Clara. Estaba en estado de shock, con la mirada perdida.
La cajera, que conocía a Juan y a sus padres de hace muchos años, se quedó sorprendida de lo que estaba comprando aquel día Juan:
– Hola Juan, que tal todo? – le dijo extrañada al pasar por la caja una botella de whisky. De sobra sabía ella que Juan era un chico responsable, que nunca se metía en líos, y al que no le pegaba nada esa botella.
– Bien, todo bien – dijo Juan de manera autómata y ausente.
La cajera siguió pasando los artículos, cada cuál más extrañada, después de la botella de whisky llegaron un par de medias negras de mujer, una caja de pinzas, un collar de perro, un juego de velas, … . La cajera miraba a Juan, y lo veía ausente. Juan seguía pensando en Clara, ni se percataba de lo que estaba comprando, no era consciente de ello. Sacó su tarjeta, lo pagó y se marchó.
En apenas 15 minutos estaba llamando a la puerta de Clara, con su compra hecha y con una sonrisa de oreja a oreja. Claro abrió la puerta y le pidió que pasara:
– Adelante mi Juan, pasa y déjalo sobre la mesa del salón. Encontraste todo?
– Si señora, le traigo todo.
– Bueno, buen chico, vamos a ver.
Clara se acercó a la mesa y abrió la bolsa, Juan estaba axorto mirando a Clara, no era capaz de reaccionar.
– Bien, vamos a empezar por esto, quiero que te las pongas, son para ti mi querido Juan. – dijo Clara sacando las medias de la bolsa y ofreciéndose las a Juan.
Juan cogió las medias, y sin saber que hacer, logró decir un tímido “Pero, ….”
– Vamos Juan, no me vengas ahora con timideces, quítate los pantalones y tus calcetines y póntelas!! vamos, no tengo todo el día Juan.
Juan intentó resistirse, pero en seguida Clara volvió a insistir con un tono más fuerte y Juan cedió y empezó a quitarse la ropa y a ponerse las medias, guiado por la voz de Clara.
– Bien Juan, ves que no fue tan difícil. Además, te quedan genial. Espérame un momento – y Clara se marchó y regresó a lo 2 minutos con unas braguitas y unos zapatos de tacón.
– Toma, te voy a prestar estas mías. Que número calzas? un 39 – 40? ponte las braguitas y mira si te valen estos zapatos.
Juan estaba colorado, no reaccionaba, solo era capaz de hacer lo que su nueva vecina le decía. Aquella mujer, madura, atractiva y muy sexy le había atrapado. Se sentía como un ratoncillo en una jaula de laboratorio. No sabía que hacía, no sabia como salir de aquello, tampoco sabía si realmente quería salir, … y así fue pasando el tiempo y Juan cada vez estaba más entregado y confundido.
FIN PARTE I