Introducción.

Vamos a tratar de mostrar en este trabajo cuales son las diferencias básicas que podemos encontrar entre un Esclavo y un Sumiso dentro del mundo de las relaciones BDSM. Importante recalcar aquí que, por definición, una relación BDSM implica que inicialmente siempre se dará entre adultos que actúan de forma voluntaria y cómplice, y que siempre habrá una Parte Dominante y una Parte Sumisa como requisito imprescindible para que la relación se materialice y se desarrolle por los cauces que correspondan.

Lógicamente no se pretende sentar cátedra ni apoyar los razonamientos que siguen con ejemplos irrefutables. No hay ningún ‘método científico’ ni ninguna posición dogmática detrás de lo que sigue ya que se trata tan solo de exponer un punto de vista tan válido como cualquier otro basado en nuestra experiencia personal y en las deducciones que emanan de la misma. Nada más, pero también nada menos.

Como es fácil de comprender, en un mundo como este tan dominado por las ’emociones’ más que por los ‘sentimientos’ (lo que por otra parte es fácilmente aplicable a cualquier actividad en la que un grupo de seres humanos de un determinado perfil interactúan, dentro de una actividad específica, con otro grupo de seres humanos de distinto perfil) no podemos aplicar criterios con una óptica ‘digital’ por mucho que la tecnología así calificada tenga cada vez una mayor aplicación en su desarrollo. Más bien al contrario debemos de considerar, con un criterio más bien analógico, que todas las formas y tendencias son posibles para cada tipo de relación, e incluso para cada grupo humano (numeroso o escaso) dentro de la misma relación. Aquí las fronteras, caso de existir, son flexibles y permeables y vienen fijadas, como siempre en este entorno, por las decisiones unilaterales de la parte Dominante

No dudamos que hayan estudios con una base más sólida que traten estos temas con mayor rigor y mejor metodología. En cualquier caso dejar claro para acabar esta breve introducción que ninguno de dichos estudios que pudiera estar disponible para su lectura ha sido consultado y por tanto todas las consideraciones de este trabajo son puramente personales.

Sumiso vs Esclavo.

Esclavo y Sumiso son dos términos que fácilmente se confunden al hablar de relaciones de dependencia entre dos partes y ni son lo mismo ni deben, por lo tanto, ser usados a la ligera cuando estamos estableciendo el marco de una relación que se pretenda duradera entre una Parte Dominante y una Parte Sumisa.

De no acotarlo adecuadamente en la primera fase en la que se establecen los derechos y las obligaciones de ambas partes así como el marco regulatorio de la futura relación BDSM el fracaso de la misma estará asegurado. Tarde o temprano y después de una etapa que será todo menos ‘armónica’, la relación se romperá y dejará damnificados por ambos lados. Como siempre en este tipo de relación la Parte Sumisa es la que asume un mayor riesgo por lo que es importante que sea perfectamente conocedor de lo que se espera de ella antes de ‘comprometerse’.

Entrando en materia un Esclavo y un Sumiso comparten el que ambos están al mismo lado de la raya, en el lado sumiso, y que ambos buscan un Ama de la que depender. Una vez dejado esto establecido vamos a centrarnos en lo que les diferencia que no es sino el nivel de compromiso que buscan en la relación con su Ama.

Sumiso

Centrándonos en el Sumiso hay que comenzar diciendo que no existe un solo ‘grado de sumisión’ como tal, de hecho existen tantos grados de sumisión como queramos considerar ya que este estado, el de ‘sumisión’, puede ir desde una simple obediencia ligera y sujeta a múltiples circunstancias de tal forma que esta relación apenas tenga ninguna incidencia en la vida particular del Sumiso, hasta una obediencia estricta con poco o casi ningún margen de interpretación que le obligue a implementar pautas de conducta de fuerte impacto en su día a día.

El Sumiso se ‘entrega pero…’. Su sumisión es auténtica, siente la necesidad de someterse a la voluntad de su Ama y a hacerlo con sinceridad y honestidad, y lo hace. Pero siempre se reserva para sí una parte de su ‘yo’, por pequeña que ésta sea. Es su ultimo refugio, allí donde espera que ni siquiera su Ama sea capaz de encontrarlo. No pretende usar esto como un reducto defensivo, ni mucho menos ofensivo, frente al poder omnímodo de su Ama, simplemente pretende mantenerla ajena a la fiscalización por parte de ella. Es su secreto.

Y esto es así independientemente del nivel de sumisión acordada. Para cada uno de ellos existe ese ‘limbo’ en el cual el sumiso se siente, en teoría, ‘libre’.

Evidentemente se trata de un ‘artefacto’ puramente psicológico. La entrega física, mental, económica, etc… del sumiso será la que tenga ‘comprometida’ con su Ama (preferentemente mediante vínculo contractual) siempre que ella haya sido capaz de aplicar las técnicas adecuadas para desarrollar su dominio sobre él de forma óptima.

El Ama es perfectamente consciente de cual es el límite que ha de respetar y el no traspasarlo aunque pudiera no hace sino reforzar el vínculo que le une con su Sumiso quién agradecerá el sentirse así, seguro, esforzándose al máximo en satisfacerla en todo aquello a lo que si está comprometido con tal de no poner en riesgo su estatus que tanto ansía conservar.

Y bajo ningún concepto se puede entender esto como una cesión de autoridad del Ama frente a su Sumiso. Es Ella la que decide que tipo de relación desea establecer y con quién. Si ésta es de ‘Sumisión’ establecerá todo el marco en el cual se va a desarrollar permitiendo, consciente y voluntariamente, la existencia de ese ‘proceso mental’ a través del cual el Sumiso encontrará la válvula de escape necesaria para poder ejercer su sumisión ‘comprometida’ con todas sus fuerzas y hasta sus últimas consecuencias.

Es difícil determinar donde está el límite de una Sumisión. Cuanto mayor sea la intensidad de la misma menor será el espacio reservado del Sumiso, lo que llevado al extremo se podría acabar traduciendo en su total desaparición lo que nos abocaría a pasar de un estado de Sumisión a un estado de Esclavitud que ahora abordaremos.

Esclavo

Lo que diferencia a un Esclavo de un Sumiso es la ausencia de dicho ‘espacio personal’. Es decir su total y absoluto nivel de compromiso con su Ama. Su entrega total tanto física como mental. Su vida privada no existe desde el momento de alcanzar dicho estatus.

En este tipo de relación el Esclavo renuncia a todo tipo de independencia y de iniciativa para pasar a ser una ‘propiedad’, en el estricto sentido de la palabra, de su Ama la cual, en teoría puede disponer de él a su antojo y sin ningún límite. Es por ello que a diferencia del estado de ‘Sumisión’ y sus múltiples posibilidades en el caso del estado de ‘Esclavitud’ solo existe una opción. Aquí el Esclavo carece de toda capacidad de opinar, hablar, hacer o pensar. Solo ha de obedecer sin límites a lo que su Ama le ordene, y es ella, con su poder omnímodo la que decidirá que hace y que no hace con su Esclavo.

A diferencia del Sumiso el Esclavo se ‘entrega sin peros…’. Física y psicológicamente.

Un típico ejemplo de esta relación es la se suele denominar 24/7 en la que el Esclavo está permanentemente sometido a la voluntad de su Ama ocupando el espacio físico que ella determine, generalmente en un permanente estado de total desnudez física (que refuerze su también desnudez mental) y con todas las horas del día y de la noche en estado de continua obediencia para lo que se Ama determine.

Evidentemente puede haber situaciones menos extremas en las que el Esclavo tenga un menor nivel o variaciones de el nivel de exigencia por parte de su Ama, pero en lo tocante a su nivel de compromiso éste es exactamente igual en todos los casos: total y absoluto, sin reservas ni límites y con total y ciega obediencia. El pasado no existe. El futuro no existe. Solo existe el presente y ese lo decide su Ama segundo a segundo. Esta ‘despersonalización’ del Esclavo que es común para todos independientemente de sus obligaciones es la que hace que consideremos la existencia de un solo grado de ‘Esclavitud’ a diferencia de los múltiples de ‘Sumisión’.

Para acabar unas palabras con respecto a las posibilidades de evolucionar de un estado de Sumisión a uno de Esclavitud o al contrario.

Evidentemente es totalmente imposible pasar de un estado de Esclavitud a uno de Sumisión dada la diferencia básica a nivel psicológico entre un Esclavo y un Sumiso que hemos tratado de esbozar en los párrafos anteriores. Un auténtico Esclavo nunca podría servir como Sumiso ya que jamás podría encontrar en dicha relación el nivel de exigencia que necesita para encontrarse a sí mismo.

Sí es cierto que en algún caso y por puro desconocimiento de uno mismo un potencial Esclavo pueda evidenciar una vez empezada la relación que no estaba preparado para ello. Esto generaría una situación difícil de manejar y de consecuencias poco claras por lo que ante la duda el Ama debe de abstenerse de aceptar estas solicitudes salvo que tenga la completa seguridad de las posibilidades reales del solicitante. Y ante la duda mejor empezar por una relación de Sumisión a la espera de ver como evoluciona.

En cualquier caso tampoco parece recomendable llegar a la ‘Esclavitud’ partiendo de la ‘Sumisión’ salvo en casos excepcionales como el comentado antes o en los que así se acorde por ambas partes. En condiciones normales en Sumiso difícilmente podrá llegar a convertirse en un auténtico Esclavo dado el matiz psicológico tan evidente que los diferencia.

Lo que si es fácil que se pueda producir es que partiendo de un determinado nivel de Sumisión y a medida que esta relación va madurando, tanto el Sumiso como el Ama aprecien la necesidad de ir incrementando la intensidad de la misma sin más límites que los que la propia evolución del proceso determine hasta acercarse a una verdadera relación de ‘Esclavitud’ pero sin llegar a alcanzarla.

Y como siempre en este tipo de relaciones humanas entre adultos consideramos indispensable el uso de vínculos contractuales lo más definido posibles en los que queden claros los compromisos que ambas partes adquieren, independientemente del nulo valor legal de los mismos.

Partimos de la base de que son relaciones consensuadas y voluntarias por lo que el contrato tiene un valor más de informativo que coercitivo, de ahí lo adecuado de su utilización.

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